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La ansiedad financiera que crece con las deudas: "Todo era un caos cuando empezamos a pedir minicréditos, tarjetas revolving..."

25/08/2024, El Mundo, Laura de la Quintana

Nadie quiere perderse unas vacaciones, aunque para ello deba endeudarse para poder pagarlas. Los españoles entonan el 'Solo se vive una vez' como hace el resto del mundo para disfrutar de unos días de verano. No es algo único de nuestro país, porque la pandemia, con sus confinamientos y limitaciones, ha despertado las ganas de disfrutar en el mundo desarrollado, donde la gente cada vez gasta más en cosas inmateriales, como restaurantes, experiencias, aventuras y también... viajes.  Según el último barómetro realizado por Asufin, un 12,2% de los préstamos personales que piden los españoles se destina a vacaciones. Es la partida que más crece frente a 2023 y cae, en cambio, la petición de préstamos por verdadera necesidad, aquellos que se utilizan para salvarnos de un apuro financiero.

Aun así, siguen representando una cuarta parte del total de los créditos al consumo, mientras que otro 17% responde a la necesidad de refinanciar otras deudas, entrando en una espiral de difícil salida y que puede generar lo que se conoce como ansiedad financiera.David Navarro, un valenciano de 53 años, fue una de sus víctimas. Según cuenta a EL MUNDO, su vida -y sus deudas, no más allá de una hipoteca en Valencia capital- era normal hasta que estalló la pandemia a finales del invierno de 2020. A él su empresa lo mandó a un ERTE (Expendiente de regulación temporal de empleo), "aunque lo que no se decía es que íbamos a cobrar uno de cada dos meses. En total, 900 euros, ya que la SEPE (Servicio Público de Empleo Estatal) colapsó y estuvieron pagando con un mes de retraso". Pero a su situación se sumó la de su esposa, al frente de una peluquería que también tuvo que echar la persiana "pagando absolutamente todo", relata David.

"Nos vimos en una situación complicada. Pedimos un préstamo personal y otro al ICO (Instituto de Crédito Oficial, que concedió financiación a pymes a fondo perdido). Y con lo que veníamos arrastrando, la pelota cada vez se fue haciendo más grande, así que empezamos a pedir minicréditos, tarjetas de crédito para hacer frente a los pagos [revolving]... A los dos meses la peluquería reabrió sus puerta y al año y tres meses yo encontré un nuevo trabajo», pero «todo era un caos que no había por donde cogerlo. Mi mujer entró en tratamiento psicológico", narra David, que reconoce que llegó a acumular tarjetas de crédito "de Vodafone, BP, Mediamarkt, Fnac... teníamos de todos los sitios. También el préstamo del coche que compramos justo antes de que estallara la pandemia". Y así, ahogados por las deudas en las que incurrían para pagar otras, estuvieron cuatro años, hasta el pasado mes de febrero cuando encontraron una solución: la agrupación de créditos bajo un mismo paraguas que gestiona Agencia Negociadora.

David dice haber logrado un tipo de financiación al 5%, fijo a cinco años y el resto variable a Euribor más 0,3%. Todo un logro si se compara con la que era su situación hasta entonces. "Tengo una letra mensual de 600 euros. Antes sumábamos todos los recibos y nos salían 1.500 euros, donde se iba casi todo mi sueldo. Esto se ha hecho en un 80% por la tranquilidad y un 20% por el dinero. No tener que estar todos los meses mirando la cuenta. Vivir como si te persiguieran los ladrones no es vida". "El préstamo al consumo no solo es más caro que la hipoteca, también es más fácil de conseguir, pero más difícil de devolver. Un crédito para comprar un coche se concede a un tipo del 7% al 9%. Luego vamos subiendo al 14% de la tarjeta de crédito; y ya si esa tarjeta es revolving, que fracciona el pago de las compras, puede rondar un interés el 24% anual", analiza Pedro Javaloyes, director del Servicio de Estudios de Agencia Negociadora, que insiste en que la deuda de una revolving, con muy mala fama, nunca termina de saldarse con el banco.

En los últimos 17 años, por sus manos han pasado 400.000 solicitudes de las que se han formalizado 12.000 operaciones por un volumen de más de 1.000 millones de euros intermediados en crédito. Pues bien, en un 75% de los casos hay tarjetas revolving involucradas. "Es el crédito más pernicioso que hay, nunca lo terminas de pagar. La única manera de quitar una tarjeta revolving es cancelarla", sostiene. Pero, ¿en qué momento puede decirse que estamos ante una situación de endeudamiento alarmante? Según sus cifras, nunca se debe destinar más del 50%-60% del salario a pagos financieros, donde se incluyen la hipoteca, el coche, reformas de casa, viajes, etc. "Ahí es cuando estás al borde de tener un problema", asegura Javaloyes. La cuestión, y esto es lo más grave, es que los créditos más caros, aquellos que aplican intereses desorbitados, son también los más fáciles de conseguir y, quienes los piden, es porque no encuentran otra solución a sus problemas, no existe un plan B. Los famosos microcréditos, que se anuncian a bombo y platillo en televisión o en radio, ofrecen 400/500 euros en 10 minutos con solo dar un DNI. "Pero luego cobran intereses desbordantes del 1.000%", y, aunque "no estén regulados por el Banco de España, son legales". Según datos del Banco de España, uno de cada diez hogares debe destinar más del 40% del dinero que entra en casa a devolver préstamos. Javaloyes habla de unas 300.000 familias, de las que "un tercio son las que puede resolver su situación" agrupando deudas.

La lacra de las deudas

Curiosamente, en momentos de una economía boyante es cuando se inflan las burbujas de deuda de los hogares que, claro está, explotan en el momento en el que la situación empieza a renquear. Ana G. Salegui es psicóloga forense y está especializada en situaciones de ansiedad económica, donde recayó a raíz de uno de los casos más sonados en nuestro país de estafas financieras 14 años atrás. "Si te endeudas para solucionar otro préstamo funciona como un ascensor. Todo ello provoca insomnio, tiene con consecuencias físicas, ansiedad, llegando a cuadros de depresión y a veces, incluso, aparece el acto suicida", explica la experta. Pero esta situación personal, de ansiedad por una cuestión de dinero tiene una particularidad y es la vergüenza de quien la padece, la necesidad de ocultarlo a familiares o amigos, lo que hace todavía más difícil que se solucione el problema. "A la ansiedad y al estrés se suma el impacto físico.

Terminan pidiendo medicamentos para dormir, tienen problemas de digestión, de colon irritable, problemas dermatológicos (soriasis, dermatitis atópica)... La persona cada vez agrava más su situación y al final llega un momento de colapso, en el que entra en un cuadro grave, que puede derivar en una ruptura familiar y agrava la situación. ¿Cuál es la única manera de salir de esto?

Buscar una solución financiera que permita vivir con cierta dignidad e ir asumiendo los pagos y romper este círculo", admite Salegui. La experta distingue entre varios perfiles afectados por deudas financieras. En su opinión, los hombres son más propensos a ocultárselo a la pareja, algo que está vinculado con la necesidad de "protegerla". "En nuestro país arruinarse es sinónimo de fracaso, está muy relacionado con el concepto de nosotros mismos, incluso con la masculinidad", afirma. Las mujeres, en cambio, tienden más a tener problemas relacionados con compras compulsivas en el momento en el que entran en episodios de estrés o ansiedad. "Pero existe un perfil mucho más patológico que son quienes, de pronto, se encuentran sin trabajo y se ven obligados a mantener el ritmo social hasta que, en algún momento, esta dinámica les engulle. Hay mucha gente que vive muy al día", sostiene la psicóloga. "La gente pide préstamos para irse de vacaciones o para pagar comuniones que parecen bodas", lo que respondería a la falsa creencia de que "la única manera de que me vaya bien es que los demás piensen que realmente me va bien".
"Todo esto es una especie de rampa resbaladiza en la que una vez que has comenzado a caer es muy difícil que consigas frenar la caída si no paras la dinámica", asegura Salegui. En todo caso, son muchas las personas que se han visto arrastradas a una situación que no buscaban, otras tantas capaces de aprender la lección y una minoría quienes emprenden "una huida hacia delante" que nunca acabará.

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